El coronavirus no es invencible
Joel Calleiro • 24 de marzo de 2020
Recientemente dejé leer los titulares del Drudge Report, un diario digital que recopila las más importantes noticias del momento en un largo menú de encabezamientos depresivos que solo predicen tristezas y fatalidades. En cambio, comencé a buscar contenidos inspiradores que nos den una sensación de esperanza en medio del miedo y la incertidumbre.
Cuando Dan Richardson, un creyente seguidor de Jesucristo, perdió su batalla contra el cáncer, el siguiente poema fue distribuido en su funeral:
Noten que cambié la palabra CÁNCER
por CORONAVIRUS
para hacerlo relevante.
El coronavirus
es limitado. . .
No puede paralizar el amor.
No puede destruir la esperanza.
No puede corroer la fe.
No puede quitar la paz.
No puede destruir la confianza.
No puede matar la amistad.
No puede borrar los recuerdos.
No puede silenciar el coraje.
No puede invadir el alma.
No puede acortar la vida eterna.
No puede apagar el Espíritu.
No puede disminuir el poder de la resurrección.
"En medio de las pruebas y de lo desconocido, los cristianos debemos recordar lo que ya sabemos. La preocupación no es un buen amigo, y el pánico no es nuestro camino. Salomón nos recuerda: "Si te desmayas en el día de la adversidad, tu fuerza es pequeña" (Prov. 24:10). ¡Que nunca se diga que el pueblo de Dios se rige más por el miedo que por la fe!” Todd Wagner.

Ayer fue el Domingo de Resurrección (Easter Sunday). No podemos dejar de recordar que Cristo no se quedó muerto en la tumba; eso es lo que el diablo hubiera querido y eso es lo que muchas falsas religiones han hecho al dejar a Cristo en el crucifijo. Cristo está vivo y activo. Alguien ha dicho que la resurrección de Cristo es «la piedra fundamental de la fe cristiana» con esa verdad el cristianismo se levanta o se cae (Josh Macdowell). Hace algunos años mi segundo hijo visitó Jerusalén, fue un viaje de su iglesia. Él me llamó por teléfono a Cuba y me dijo «Papi, he visitado todos los lugares donde Jesús estuvo. Caminé por las calles de Belén. Me bañé en el río Jordán, donde Cristo se bautizó. Comí pescado del Mar de Galilea. Caminé por las estrechas callejuelas de Jerusalén, pero el lugar que más me impresionó fue la tumba de Cristo ¡está vacía! Es bueno recordar eso. Las tumbas de todos los grandes líderes religiosos tienen todavía algunos de los huesos de sus cuerpos; en la Meca (Arabia Saudita) reposa, según dicen, algunos huesos de Mahoma en Ceilán (actual Siri Lanka), dicen que hay un santuario que tiene una muela de Buda, se dice que en algún lugar secreto de Irán está la tumba de otros santones, pero la tumba de Cristo está vacía, es apenas un lugar para que los turistas se retraten ¡Cristo está vivo y activo! (1ra de Corintios 15). Cuando recordamos la resurrección de Cristo estamos recordando que adoramos a uno que vive para siempre. Jesús se presentó como Dios encarnado. La fe cristiana reposa sobre esa gran verdad ¡Cristo está vivo! De no ser así no vale la pena ser cristiano, Pablo lo dice bien claro; nuestra fe sería vana, pero gracias a Dios que nuestra fe está puesta en aquel que vive y reina para siempre. Él dijo ante la tumba de Lázaro de Betania «Yo soy la resurrección y la vida el que en mí cree, aunque esté muerto vivirá (Juan 11:25). Cristo vive y da vida. Vida abundante (Juan 10:10). Vida eterna (Juan 3:16). Esa es la piedra angular del cristianismo ¿Crees que Cristo vive? Si no lo crees eres digno de lástima. Yo sí lo creo y te invito a que también lo creas. Amén.

Definir a Dios es tarea imposible, pero La Biblia lo hace. San Juan, el discípulo amado lo hizo en 1ra de Juan 4:8 cuando dijo «Dios es amor». Aquí no se está hablando de uno de los atributos morales de Dios; se está hablando de su naturaleza, su carácter, su esencia. Si alguna palabra mueve montañas es la palabra Amor. Las tareas más extraordinarias solo se realizan por Amor. La gran necesidad del mundo moderno es Amor, vivimos en un mundo endurecido, donde el amor es una especie en extinción. El mundo es un gran desierto sin amor. José Martí, el gran poeta y escritor cubano dijo: «Solo el amor construye»; es cierto, el odio destruye. La historia así lo enseña. Toda filosofía, religión, sistema social o político, que saque a Dios de su agenda, que es sacar el amor, está condenado a fracasar. Dios nos ama. La Cruz es el ejemplo supremo del Amor Divino (Romanos 5:8). El mundo necesita más Amor. Una sociedad sin amor es una sociedad sin Dios y está condenada a morir. Ejemplos tenemos en la historia universal. Necesitamos volvernos al Dios que es Amor, al único Dios verdadero, al que envió a Jesucristo a la cruz para nuestra salvación (Juan 3:16)

Los avances de la tecnología parecen no tener fin aunque de la misma manera se extienden las redes sociales, que ya cuentan con 3.5 billones de personas abarcando un 45% de la población mundial. ¡Casi la mitad de la humanidad! ¿Pero cómo empezó todo esto? MySpace y LinkedIn adquirieron prominencia a principios de la década de 2000 junto con otros sitios como Photobucket y Flickr, iniciativas que originaron el intercambio de fotos en línea. YouTube salió en 2005 y en 2006 Facebook y Twitter hicieron su entrada ganando popularidad rápidamente, seguido por Instagram en 2010 un sitio que ha experimentado un crecimiento extraordinario aumentando de 150 a 500 millones de usuarios entre 2017 y 2019. Las redes sociales mencionadas anteriormente son las más conocidas y populares, pero solamente representan una pequeña parte de su totalidad. No pude encontrar un número exacto, pero aquí pueden ver una lista con 100+ plataformas sociales agrupadas por categorías. Aunque estar en las redes sociales no constituye un pecado, participar en ellas sin poner límites ni controles puede ser dañino para su salud espiritual. El tiempo que pasamos en ellas y su contenido constituyen las amenazas principales. Las estadísticas más recientes indican que los usuarios pasan un promedio de 3 horas diarias en las redes y los asiduos a la televisión una cantidad de tiempo similar; y aunque no todos hacen ambas cosas, es fácil concluir lo que esto significa si consideramos que después de dormir y trabajar, nos quedan solamente 8 horas para todo lo demás. Dadas estas condiciones, deberíamos preguntarnos ¿cuánto tiempo dedicamos para leer La Biblia, orar y congregarnos semanalmente? Recordemos que cualquier deficiencia en estas áreas de la vida cristiana debilitan nuestra salud espiritual. El contenido de las redes sociales, es decir, sus mensajes y las imágenes que esos medios transmiten no siempre son edificantes, y en ocasiones pueden llegar a ser ofensivos. Lamentablemente, en estos espacios abundan los alardes y la autopromoción de sus participantes. Lo peor es que, además de ser adictivos, corremos el peligro de caer en la idolatría. El escritor Trevor Sutton hizo una brillante y sucinta explicación sobre este punto cuando escribió en su blog lo siguiente: «Mirar obsesivamente a nuestras propias fotos, publicar elogios para nosotros mismos y construir una plataforma para la elevación personal, son formas de autoidolatría». Preste atención a lo que la Biblia nos dice en Filipenses 2:3 sobre la autopromoción (vanagloria) y en Efesios 5:15-16 acerca del buen uso de nuestro tiempo.